Cuando el aburrimiento ataca

Quiero escribir pero nose de que u.u

Siempre que veo blog digo "Agustina escribí algo en tu blog" hoy quise arreglar la plantilla pero el estúpido blog no me dejó, ya le voy a perguntar a alguien como hacer xD

Ahora, esstoy cansada tengo que estudiar naturales y... tengo ganas de escribir :P

Para poner algo, dejo algo que escrbí, que tengo que terminar^^

Historía de una vida real, supuestamente.


Que te quede claro, no estoy loca. Las razones por las cuales actué así, no se si deba decirlas, tal vez me perjudique y empeore mi condición. Esporádicamente, puedo decir que me llamo Irina que tengo cuarenta años y estoy en una jaula acolchonada hace dos.
Mi historia puede contarse de forma breve, obviando miles de detalles e intenciones, mejor dicho, han divulgado mi historia. Pero siempre encuentro en aquellos relatos desvaríos de lo que en realidad pasó, déjenme contarles lo que en realidad pasó. Déjenme explicarles mi versión.
Recuerde usted, lector que todo aquello que se hace en contra de la voluntad , esto séase perjudicial para uno no, puede decirse que es una prisión, un lugar en el cual todo se hace con consentimiento y sin la aprobación del mayor implicado.
Ahora, permítanme explicarles sobre mi prisión de algodón y como llegué hasta ella.

Mi infancia fue muy feliz y a la vez triste, vivía con mis padres y cinco hermanos en una villa de las de Buenos Aires, la cual ha sido destruida hace años, éramos ocupas de una de las más lindas casitas de la villa, nos sentíamos como la realeza.
Nuestra familia empezó a declinar a fines de 1970, cuando yo tenía solo diez años.
Era la mayor de mis hermanos, la que tenía que lidiar con cuatro monstruos varones que dependían de mi hasta para ir al baño, con mi madre no se podía contar, ella estaba metida en la droga, no pudo salir nunca, gastaba casi todo lo que mi papá llevaba a mi casa en droga y cigarrillos.
Yo me conformaba, estaba feliz porque ellos no se peleaban y se querían, a demás nos tenían cierto afecto a nosotros, recuerdo que papá me llevó a cartonear con él, fue emocionante, monté en “Chiche” por primera vez. Ese día tenía puestos mis jeans viejos y una remera gris, a demás de mis zapatillas rasgadas; regalo de mi octavo cumpleaños.
Tomé las riendas de la yegua, todo el mundo nos observaba, me sentí algo cohibida la primera vez, cuando comienzas a cartonear todo es nuevo: entras a los negocios y peides cartón, ellos te miran con recelo, más bien con miedo, como si pensaran que somos ladrones. Al salir de ahí volvemos con mi papá a las calles, bocinazos por doquier, atormentando nuestros oídos, insultándonos porque no dejamos paso. Ellos no entendían que nosotros de algo teníamos que vivir.
Algunas cosas que nos decían todavía las recuerdo, no eran del todo hirientes, pero si desalentadoras para alguien que pretendía ganarse la vida lo mejor que podía, rebuscándose para pagar los servicios normales que toda casa tiene, escudriñando los lugares más inhóspitos para conseguir un céntimo de lo que toda persona ordinaria posee.
Lo mejor de mi vida, fue sin dudarlo el amor de mi padre, sentir su piel curtida sobre mi cuando me abrazaba, percibir aquella mirada marrón, la cual derretía el chocolate de sus ojos, sus labios resecos al entrar en contacto con mi mejilla, su corazón latiendo desaforado cada vez que le decía cuanto lo amaba.
Su muerte dejó un hueco en mi alma, sentí su perdida hasta la médula, fue ahí a mis quince años que perdí el rumbo perdida entre recuerdos, versos, amigos y droga.
Mi madre, nunca fue importante, estaba ausente, no le importábamos realmente, solo nos decía que trabajáramos que debíamos conseguir nuestro sustento porque de ella no iba a salir un centavo para nosotros.
No la odiaba, en núcleo en el cual estaba metida era cruel, hipnótico y árido. Una vez adentro o morías perseguido por la policía o te descomponías años a año en la cárcel. $
-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------

¿Es necesario realmente que cuente mi vida en orden cronológico?-pensé desde la fría celda.-Cada hecho se debe contar arrimándolo lo más posible a la verdad, pero siento que debo hacer las acotaciones pertinentes.
Me muevo de la silla a la cama, de la cama al suelo, del suelo a la silla, no encuentro manera de explicar lo que siento, me muevo por el restringido lugar, tratando de hallar una manera de contar lo que no entiendo, de reconocer lo que nunca he visto, de desahogar las penas ahogadas en alcohol y noches deformadas por las luces del tiempo.
-Silencio Raúl-grité al instante en el que mi compañero de celda emitía un ruido- Déjame pensar, ya saldrá…
-¿Raúl?-preguntó él a mi lado- no soy Raúl, soy Napoleón.
Entrecerré los ojos y fruncí el ceño, otra vez salía a flote el trastorno cerebral de Raúl, un demente con el que compartía habitación dentro del sanatorio al que yo llamo “El lugar más exasperante del mundo”
-¿Napoleón, qué cantas?-susurró Nereida, otra perturbada con la que estaba condenada a vivir- Se oye como La Marsellesa, si mis sentidos y mi cabeza no me fallan.
-dudo mucho que así sea-murmuré para mi misma
-No, no. Es el himno a Bahía Blanca, hermosa Dríade-Dijo Raúl.
-Calla, Napoleón, Napoleón que se sonroja mi corazón-Canturreó Nereida.
-SILENCIO-grité, ya me habían cansado los locos con los que compartía la celda acolchonada.
-Nos callamos, pero acuérdate que estas hablando con Napoleón.
Miré para arriba, agradecida de que por fin acallaran sus desvaríos.
-Gracias Dios-dije aliviada.
-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------Mi historia, mi historia, debo seguir escribiendo.
Son las tres de la madrugada, Nereida y RaúlNapoleón duermen, desearía tener junto a mí alguno de los libros que quedaron en la biblioteca de la casa de mi hija.
La pequeña Sandra, de ella voy a hablar, la luz de mis ojos, el ser que iluminó mi vida.
Tuve a mi pequeña cuando solo tenía diecisiete años. Su padre, mi novio en aquel entonces, tenía veintitrés era alto, blanco de ojos verde intenso y una sonrisa perlada, todo lo que era él no encajaba con la vida que llevaba yo en ese momento; siempre vestía con jersey raído que tenía desde los quince, unas zapatillas que había encontrado recientemente en un basurero, unas remera negra con manchones blancos y grises, a demás de mis ojos marrones, mi piel curtida por el trabajo al sol y mis labios resecos y partidos por la poco agua que bebía al día.
Estábamos juntos todo el tiempo, no nos alejábamos más que unas horas; esas en las cuales yo trabajaba y él estudiaba en la escuela de medicina.

-¿Entonces tu esposo es un médico? -susurró Nereida detrás de mí.
-Nunca dije que me hubiera casado con él -Respondí irónica.-Solo tuve una hija.
Ella ahogó un grito, estaba sorprendida. No podía comprender el hecho de que alguien tuviera un hijo sin estar casada con el hombre en cuestión previamente.
-Por favor, síguenos contando tu historia, que hasta parece más interesante que la mía-dijo Napoleón.
Nereida asintió y yo proseguí.

Una tarde cuando estaba estacionada en la entrada de mi casa, subida al carro tirado por un caballo joven, me di cuenta de que estaba pensando en él, de que no hacía otra cosa que imaginarnos en el altar; yo vestida como lo solía hacer su madre, con un gran vestido de raso y tul blancos, unos zapatos acharolados a juego con mi vestimenta, un velo espeso de encaje y una gran cola que ocupara todo el pasillo, desde la entrada hasta el lugar ocupado por el cura.
Él me esperaría junto al gran atril, vistiendo como su padre, un traje con solapa negro, un hermosa camisa blanca y una corbata beige y zapatos negros.
Aunque esa no era la única escena, también nos veía en un playa de arenas blancas y aguas cristalinas, mirando el crepúsculo mientras todas las preocupaciones del pasado se iban con el sol.
Pero en realidad nada es eso ocurría, nunca pasaba nada más entre nosotros que un abrazo amistoso, o tal vez un beso de despedida, mientras yo anhelaba que él viera nuestra relación con la misma intensidad que yo.

------------------------------------------------------------------------------------------------------

Dejé el lapicero a un lado, bajo las miradas escrutadoras de Raúl y Nereida me di la vuelta para verlos a los ojos.

-Vaya si se está poniendo interesante -dijo Napoleón.
Yo sonreí, no esperaba que mi historia personal fuera de agrado de nadie, solo quería desahogarme.
-Ohh l’amour, rien n’ est plus important -intervino Nereida.
Tomé el lápiz otra vez y continué mi relato.
----------------------------------------------------------------------------------------------

3 Responses
  1. N Says:

    Hola, Agus y Séf!!

    Me gustó muchísimo la historia que has empezado! Acábala, por favor, y preséntate a algun concurso, que seguro que ganas ^^

    Aunque es un opco triste, de momento, la historia de la protagonista. Pero quiero saber cómo acabo en la prisión, con Raúl y Nereida. ¡Continúa, que está genial!

    Seguiremos leyendo, queremos saber el pasado de Irina.

    Nell y Lett.


  2. Hoola Agus *-* Adivina quien soy xD Es el primer comentario que hago en un blog, tenías que ser tú la primera, lo siento xDD No sé por qué, pero nunca me animo a comentar, pero esta historia merece eso y mucho mas ^^ Espero que la sigas pronto, porque es increíble, como todo lo que sale de tu cabecita xD

    No tardes *-*

    -Mayis xD


  3. Laia y Remis Says:

    Ah, al fin publicas una entrada... y resulta ser una historia que ya había leído xD

    Lo mismo que te dije entonces te lo digo ahora, me encanta, la forma que tienes de narrar, cosas que parecen una cosa pero luego son otra(la palabra cosa me gusta mucho xD).

    Espero que la continues... y si tienes tiempo, que entres a mi blog, porfaporfaporfa xDDD

    R--Qué mal se te da lo de la publicidad ._.